- Caco Sepúlveda
Alberto Vitelio: El antes y el después
“La felicidad no es estar en el jolgorio. Ni en que todas las cosas que uno hace le resulten bien. No es cierto eso. La mayor parte de las cosas que uno hace anda más o menos. Algunas resultan bien y otras mal. La infelicidad es el apego a que resulten bien. Como la mayor parte de las cosas que uno hace no resultan tan bien, cuando resultan bien uno se entusiasma, se ciega en la celebración y no ve los errores que comienzan a cometer. Así, uno anda por la vida de salto en salto, de la angustia a la felicidad y viceversa. Yo no ando así, por lo menos. Yo soy alegre justamente por eso”
- Humberto Maturana

Alberto Vitelio llega a nuestro encuentro a través de Google Meets con una melena negra que llega hasta sus hombros y barba de un par de días. Nos embarcamos en una conversación con el diseñador chileno quien nos abre la mente al contarnos sobre su trabajo actual, que se relaciona más con lo artístico que lo funcional, –concepto con el que se suele asociar el diseño industrial– y sobre cómo se ha desligado de todo lo que en algún momento quiso para su vida. Nos advierte que de lo único que está seguro es del cambio y la mutación, “por eso no doy muchas entrevistas, porque lo que pueda decir hoy de mí mismo, no sé si será cierto mañana".
La danza: lo funcional y lo estético
Alberto, hijo y nieto de soldadores, comienza la entrevista revelando el climax: el antes y después en su vida y carrera profesional. Después de vivir un año en Europa, su trabajo se volcó casi completamente hacia lo artístico. Transitar desde el diseño puramente funcional hacia el punto en el que hoy se encuentra, ha significado recorrer un camino de matices graduales. “Por ejemplo, puedo hacer una lámpara que cuando esté apagada funcione como escultura", comenta acerca de la danza entre lo funcional y lo estético, "pero al mismo tiempo hay otra área que es 100% escultórica que me gustaría desarrollar”, dice con la mirada un poco perdida.
“Actualmente estoy en un limbo constante de saber si estoy bien en lo que estoy haciendo”, nos cuenta Vitelio. Tratar de dejar las preconcepciones propias y las técnicas aprendidas en la educación formal es un proceso complejo que requiere tiempo y dedicación. “Es súper difícil des-formarse, porque siempre te tira como a la misma línea. Siempre llegai a resultados súper similares”.
“Pasó que en este viaje, en mi búsqueda de hacer cosas más libres, tomé una probeta, un pedacito pequeño de madera, y empecé a desarrollarlo para hacer una pieza que se escapara de lo funcional y utilitario que he hecho siempre, y que abordara un poco la silla, pero desde otra área, desde un sello muy personal”. Al caer la escoria de la soldadura sobre la madera, la quemaba y creaba surcos y cráteres. Así, como por error, nació la primera pieza de Alberto que, en cierta forma, se podría pensar también como una escultura: La Silla Labi. ¿Como por error? Error. "Error" que se convierte en silla sólo cuando ocurre ante los ojos de quien ve en él su potencial experimental.

Empezar desde el comienzo
Alberto estudió diseño industrial en el Duoc UC. En la escuela, un profesor destacó por sobre los demás y construyó con Vitelio un lazo de admiración recíproca. Le recomendaba libros, música, referentes y además lo motivaba a "seguir haciendo lo suyo". Esto le entregó seguridad para explorar otras áreas artísticas, otras formas de hacer. Así comenzó a trabajar con artesanos locales. “Vi la artesanía local como una posibilidad de hacer. Dentro de eso descubrí la última empresa de vidrio soplado en Chile, que ya no existe”.
Después de un tiempo de egresado, inició una corta pero gratificante carrera de docente, en universidades como la Diego Portales y Adolfo Ibáñez. Reconoce que le apasionaba enseñar, pero que también requería casi todo su tiempo y no lo dejaba crear sus propias piezas y proyectos. “Las clases me dan una comodidad que quizás muchas personas buscan; una estabilidad económica. Pero al mismo tiempo querís invertir ese tiempo en otras cosas. Para enseñar hay que dedicarse, tienes que emplear tu cabeza al 100%, porque estai enseñando, transmitiendo tu visión, y creo que es súper importante invertir tiempo en las nuevas generaciones y enseñarles de buena forma y no al lote”.
Para Vitelio la comodidad y el confort son un arma de doble filo. Es por eso que decidió dejarlo todo: su trabajo, su hogar y su familia para irse a vivir a España sin nada más que un boleto de avión y ganas de aprender. “Cuando escribía en JOIA entrevisté a Guillermo Santomá, que es un artista catalán, y cuando terminamos la entrevista le pregunté abiertamente si había posibilidad de irme a Barcelona a trabajar con él. El tipo me dijo que podía que hubiera una posibilidad. Yo lo tomé como un sí seguro y me fui”. Así comenzó su travesía por desligarse de la funcionalidad y dejar fluir libremente sus ideas.

Improvisación - and all that jazz
El trabajo de Santomá se caracteriza por la improvisación, por hacer con lo que se tiene al alcance y el fluir en vez de pensar tanto las cosas. “Era una improvisación constante, casi como un freestyle. Llegabas y decía que teníamos una exposición para un mes más y había que hacer siete lámparas, y nos daba puros materiales chatarra. Entonces empecé a amarrar chatarra por un lado, ponerle una luz por otro. Trabajar sobre esto era increíble, una deformación constante de lo que yo estaba haciendo”, dice en un tono entusiasta.
“Esta misma improvisación de Guillermo me llevó a cambiar un poco y sacarme las ideas que tenía guardadas. Ahí volví un poco a la raíz”, dice. “Ese es el antes y después de Alberto Vitelio, cuando me enfrento a una pieza trato de transmitir la sensación de lo que vivo diariamente con el trabajo que hago. Puede parecer una cosa filosófica, pero un día pinto la pieza verde y otro día negra, porque ya no me gusta el verde, y luego es blanca, porque nuevamente no me gusta. Entonces, para evidenciar ese proceso lijo la pieza y aparecen estas layers abajo y terminan dando una textura final”.
“Yo creo que las personas somos como las piezas. Somos la formación de un conjunto de errores que tenemos que trabajar para poder ser más estable. Todo lo relaciono a lo humano, por eso no sé si me siento tan diseñador”, reconoce Vitelio. La conversación nos ha llevado a lugares inesperados.

Trabajo de galería
Luego de ese renacer y al volver de Europa, a Alberto lo contactó la Galería Nilufar, una de las galerías más importantes de Italia. Así ingresó a este mundo, hasta entonces, desconocido para él (y para muchxs otrxs). “El trabajo de galería funciona siempre desde la venta de productos. Donde el objeto es casi un objeto coleccionable y se trabaja uno a uno. Se escapa del formato de piezas que conocemos con marcas grandes que agarran un diseñador, hacen una pieza, y la venden en masa”.
“Empezar a trabajar con galerías fue increíble, porque eso significa que la galería llega y te dice: «nos gustó esta silla que hiciste en Barcelona. Queremos producir dos más y un gabinete con la misma textura. ¿Cuánto cuesta fabricar esto? ¿Cuánto demora?». Así se me abrió otra oportunidad de trabajo”, señala con aires de felicidad. El trabajo con galerías tiene un ritmo más pausado que el de la sociedad en la que estamos inmersos. Alberto se toma hasta un año para crear sus piezas y éstas han viajado por más de dos años alrededor del mundo, de exhibición en exhibición, en busca de potenciales compradores y aficionados al arte.
En contraste a este formato están los royalties, que es básicamente cuando una empresa o compañía compra el diseño de una persona y lo reproduce en masa. Alberto posee tres royalties: uno en México, uno en Colombia y otro en Canadá. “Los royalties son súper bajos, yo recibo sólo el 3% por venta. Pero mantienen vivo tu diseño, que es un objeto que está tirado ahí y nunca más hiciste. (...) Por la lámpara de México tengo un contrato por 100 años, por lo tanto, cuando me muera, si llego a tener hijes, posiblemente reciban dinero por venta de piezas”, dice con una sonrisa burlona.

Y al final, volver al principio
No vaya a ir demasiado lejos en el culto a la muerte, demasiado lejos en la devoción por un hecho tan sencillo, sin el cual, por otra parte, no habría arquitectura, ni pintura, ni escultura, ni música, ni siquiera poesía. –Thomas Mann
Vitelio no siempre fue consciente de su conexión con la soldadura, aunque más temprano que tarde notó que el oficio ejercido por su padre y abuelo también era parte de él. Pero el destino tiene raras formas de confabular, y el día en que el diseñador viaja a Italia para la inauguración de su exposición en Italia, muere su padre. “Fue como esta mezcla de ver el ying y el yang, ¿cómo puedes tener el mejor día de tu vida mezclado con el peor día de tu vida?”, divaga.
Así nació la serie que lo hizo replantearse a sí mismo, tanto identitaria como profesionalmente, y surge una nueva identidad para Alberto. “Del Cielo y la Tierra” es una colección inspirada en la normalización de la muerte que consta de tres piezas que nacen desde el piso y apuntan al cielo. “Inconscientemente trabajando con el material resultaron tres piezas que me gustaron y las tres tienen tres puntas. Se repite mucho el número tres y es un trabajo muy artístico, porque aparece mucho el simbolismo. Tiene que ver mucho con el rito. Toda esta línea viene a marcar esa conexión y un antes y un después de lo que es Alberto Vitelio”.
“Son piezas de fibra de vidrio y tienen un proceso de capas, tienen más de 15 capas de resina que han sido trabajadas por un año de proceso. Desde los cuatro meses para adelante comienzan a aparecer capas de fibra, de resina, de pintura, y son capas que al final reflejan el tiempo que tiene cada pieza. Son como los anillos de los árboles”, afirma el diseñador. “Creo que al final es muy interno todo esto. Pero si puedes hacer algo que te dé para comer y aparte entretenerte, creo que es la mezcla perfecta”.
Actualmente las piezas del diseñador chileno están siendo expuestas en Estados Unidos y acaba de lanzar junto a su pareja Dominga, una nueva marca de objetos de hogar llamada Télia Studio (@teliastudio). Está convencido que para llegar a donde está fue necesario tener momentos de incomodidad fuera de su zona de confort. “Siempre he dicho que si pueden tirarse a la piscina sin saber nadar, háganlo. Sé que es un riesgo cuático, pero se puede y se sobrevive. O sea, viví en Europa y a pesar de no tener ni uno, ni el respaldo de mi familia, la pase y aprendí cosas increíbles. Hay que vivir esas experiencias como la incomodidad. De hecho, lo único que a uno lo puede detener es tener un lugar cómodo”.
Recomendación de Discos por Alberto Vitelio: clOUDDEAD (Deluxe Edition) - clOUDDEAD
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albertovitelio.cl | @albertovitelio
Fotos cortesía de: Alberto Vitelio.