- Caco Sepúlveda
Natalia González: olor a papel y a verdades
“Hay muchas cosas que sólo yo puedo hacer funcionar, y creo que por eso es importante para mí seguir siendo un artista. Me encantaría ser la estrella pop más grande del mundo, pero no me interesa si eso significa sacrificar mi visión. Estoy disfrutando mucho la posición que tengo hoy en día, en la que puedo hacer el arte que se me antoje. Y al que le guste y lo entienda, increíble; y al que no, bien también. Prefiero polarizar que ser promedio”.
- Charli XCX, Arte TRACKS (Traducción LNO)

“Bacán que me invitaron. Fue como: «alguien sabe que existo»”, son las primeras palabras de Natalia González, que se encamina a los 30 años con su título de diseñadora gráfica bajo el brazo y una experiencia frondosa en aquello que más la apasiona: el diseño editorial y la ilustración. “Mi mamá me cuenta que cuando chica decía que quería ser diseñadora de modas. Soñaba con los sets de ropa de Barbie. Tener ese estudio era mi sueño. Después me fui desencantando con la industria de la moda. Pero siempre me gustó el arte”, dice mientras esboza una sonrisa con sus labios color rojo. “Siempre dije «diseño gráfico», sentí que esa era la carrera que me iba a abrir las puertas a todo lo que me gustaba. Porque igual me gusta de todo un poco. Me gusta la edición, tipografía, el editorial… diseño gráfico es un buen punto de partida para saber lo básico y guiar la noción estética que uno tiene”.
Ya hace un par de años que Natalia junto a su ex socia, Catalina Viera, crearon Pupi Club, una microeditorial que se dedica a crear fanzines, impresos experimentales, y otros objetos gráficos, principalmente a través de impresión risográfica. Ella se encarga de guiar a los artistas con quienes colabora y les ayuda a plasmar sus ideas en papel. En definitiva: hacer tangible lo intangible. “PupiClub, más que yo como persona, lo veo como una especie de colectivo conformado por los mismos artistas con los que colaboramos, porque ellos ponen el 50% u 80% de la parte creativa y yo soy una guía. Soy diseñadora y editora pero también quiero darles la libertad de hacer y expresar lo que quieran”.

Pupi Club: lugar de experimentación y resistencia
La última Feria Impresionante, que es el encuentro de editoriales independientes más grande de Chile, se realizó el 18 de octubre de 2019, mismo día en que comenzó el Estallido Social. Las ferias representan para las micro-editoriales, lo que el rodaje para el actor: el apogeo de su quehacer. A los visitantes, nos obliga a retomar la sensibilidad del tacto; el aprendizaje que acompaña los paseos alrededor de los mesones y la conversación espontánea es imposible de replicar en otras circunstancias o en cualquier plataforma digital. Ese día, el Bellas Artes olía a papel y anilina. Natalia alcanzó a estar un par de horas en la feria antes de tener que volver a casa abriéndose paso entre barricadas con su caja de fanzines y sus meses de preparación. “El espíritu de las ferias es súper enriquecedor, es lo que me da ánimo de seguir. Si un día estoy chata de todo esto, recuerdo la sensación de estar en una feria compartiendo con otros artistas y con gente que le gusta tu trabajo y te lo compra y hace que todo valga la pena”.
Los fanzines son publicaciones de bajo costo y que no buscan ser académicos. Estos tomaron mayor importancia en los años 60’ en Estados Unidos, y fueron parte de movimientos culturales de la fecha. De la misma forma, el viento huracanado del Estallido Social arrebató el papel de las manos de editores y los volvió comunitarios y libres, fluyeron hacia las calles hambrientas de ilustraciones imperfectas y manifiestos impresos en lágrimas y abrazos. “Descubrí a muchas personas que estaban haciendo dibujos o expresándose a través de obras gráficas. Hubo varias recopilaciones incluso. También participé de esa onda de sacar impresos a la calle y con unos amigos nos juntábamos a imprimir afiches y poleras que pegamos en la marchas. Mucha gente se motivó con eso”.
Pero la cara de Natalia anticipaba la parte mala de la historia. Si el papel no se deshizo con el agua enardecida del guanaco, la Pandemia lo diluyó de un solo golpe. “Creo que Pupi Club es una plataforma propicia para fines sociales, pero con la pandemia todos nos hemos ensimismado y nos hemos puesto más individualistas y esa colaboración y conciencia social ya no se ve tanto”.
Si bien las ventas durante la pandemia han disminuido, la diseñadora asegura que eso no es lo más triste de la situación, sino el no poder compartir el trabajo personalmente y crear una experiencia entre la persona y el objeto. “Por eso no son libros. Los formatos son distintos, menos convencionales, distintas materialidades, formas de impresión que a lo mejor no se puede ver en su máxima expresión en internet”.

Polígono de los 90'
Natalia creció en los 90’ y asegura que su familia es “súper cuadrada”; su padre es matemático y su madre supervisora de un casino de la quinta región. “Había cero onda artística en mi casa. Cuando dije que quería dedicarme a hacer dibujos no podían entenderlo. Me decían que tratara de buscar una carrera que me diera más lucas”, dice entre risas la ilustradora. Pero la gran apertura económica de la primera década en “democracia” abrió las fronteras para que una batería de productos culturales iluminaran la infancia de toda una generación. Así, su trabajo está fuertemente influenciado por la estética de la televisión y libros de niños de la época. “Sapo y Sepo para mi es un referente, los Moomins, los Barbapapa. Todos esos monitos como de niños con esa estética muy simple y sencilla me encantan”.
Últimamente, también ha encontrado inspiración en la música, particularmente en el colectivo Pc Music, quienes crearon el hyperpop, un nuevo pop más experimental liderado por artistas como Charli XCX, SOPHIE o Hannah Diamond, quienes tienen propuestas nuevas, sonidos frescos y exagerados, además de basar su trabajo, al igual que Natalia, en la colaboración. “Crearon un nuevo universo de sonidos y una estética que realmente es algo distinto a lo que se estaba haciendo (y que al principio puede ser difícil de escuchar), pero a la vez da la sensación que es un popurrí muy extraño de cosas que han estado haciendo siempre. De verdad que es como un shot de energía creativa, sobretodo cuando nada me motiva… este pop me dio mi segunda vida”.

Aunque actualmente Natalia se encuentra a gusto con la estética que ha desarrollado como ilustradora, esto no fue siempre así. Durante su época universitaria estuvo en una pugna constante entre lo que le gustaba y lo que sus profesores consideraban correcto. “Creo que las escuelas de diseño le han hecho mucho mal a los diseñadores. A mi me hizo pésimo, te juro. Todos mis profes eran hombres que ya tenían su pega muy establecida, con una buena situación y veni a decirle a una cabra de 18 años que no, que su trabajo está feo. Porque así te hablan. «esto está feo, esto no funciona y esto no es estético ni armónico» y, ¿por qué no puede ser? ¿por qué no en vez de destruirlo, lo guías? ¿Porqué todo tiene que verse igual? ¿Según cuáles parámetros?”. Su catarsis tiene un aire a stand-up comedy, con tono humorístico y despreocupado pero con olor a verdad, continúa: “la escuela de diseño de la Chile me dio herramientas, pero también coartó harto mi visión estética y tuve que desaprender todo eso después de salir de la universidad y darme cuenta que lo que me dijeron que estuvo mal mucho tiempo no necesariamente estuvo mal”. Pero es mucho más difícil desaprender que aprender.

El porvenir es una página doblada en la esquina
La crítica al sistema académico ligado al patriarcado y a la asimetría de poder, se enmarca en un contexto más macro, que trasciende las salas de clases y se instala en la complejidad de nuestra sociedad. Pero la pandemia, con su inicio y su (quizás) inminente final, se presenta como una oportunidad para romper ciertos ciclos y acelerar procesos de cambio. “Definitivamente no podemos volver a la misma normalidad de antes, sobretodo nuestra generación que somos como la nueva ola de creatividad y lo que se está haciendo. No sé. Estoy chata de las colaboraciones con grandes empresas, ¿por qué una campaña feminista de Falabella? El feminismo no se vende. ¿De dónde sacaste eso?”. Pero la mano invisible lleva años apropiándose de los movimientos sociales. Si el mercado ayuda a democratizar el mensaje o simplemente lo banaliza, es una discusión en curso.
“Igual siento que es súper difícil, en esta sociedad al menos, tener una normalidad ideal. ¿qué tanto es posible soñar con esa nueva normalidad en este sistema en que estamos? Tenemos que avanzar hacia un nuevo tipo de sociedad, y yo siempre digo lo mismo cuando discuto con viejos por Emol: «se van a morir todos estos viejos y de verdad que tengo la esperanza de que vamos a hacer algo nuevo con las nuevas generaciones y nosotros». Suena súper feo y frío, pero de verdad que los boomers me tienen podrida. Mi familia es full boomer y te juro que quiero sacar todo ese cimiento, que no exista nunca nada más”.
Nos reímos. Asentimos. Sonreímos.
Y aunque nadie sabe qué nos depara el futuro, Natalia está muy concentrada en su micro editorial y los proyectos que se vienen. Consolidar nuevas colaboraciones y crear nuevos objetos con artistas de su interés, pero siempre teniendo en mente que la colaboración será la que nos ayudará a sobrellevar todo. “Somos personas súper reprimidas de decir lo que sentimos, tenemos miedo de hacer cosas nuevas, como que estamos súper acostumbrado a estar en lo que nos dé más estabilidad y yo creo que eso tiene que ver mucho con la crianza que tuvimos nosotros por los tiempos represivos, machistas y la dictadura. Creo que estamos ad portas de un camino nuevo, más amigable, más sustentable, más colaborativo. Pero eso tiene que ser a nivel colectivo, no individual”.
Imágenes cortesía de Natalia González